sábado, 30 de enero de 2010

Casa Dulce - Gijón

Para alguien como este aficionado a la buena mesa, que he crecido rodeado de imponentes señoras (de esas que están tan de moda ahora en las redes sociales) al mando de enormes y humeantes cazuelas de cobre, abrasándose las manos mientras dan precisos cortes a los tentáculos, se hace difícil concebir una forma de preparación del pulpo distinta a la clásica "a feira", con su buen pimentón, el puñado de sal gorda, ese aceite tan verde y espeso flotando en el desgastado plato de madera, y además, mi anhelado pan gallego. Levantarse antes de las 5 de la mañana, cuando venía el camión a cargar el ternerito, y arrancar camino del recinto a descargarlo, ponerle guapo y esperar a que llegara una buena oferta sin necesidad de regateo excesivo. Aguardar a que el tratante comprara todo lo que necesitaba y llevarle la res a su camión en busca del dinerín. Si la jornada había ido bien, a eso del mediodía no había mejor manera de celebrarlo que con una buenas raciones de callos con garbanzos y pulpo a feira regadas con una refrescante jarra de gaseosa pintada con un chorrete de Estrella Galicia antes de regresar a casa.



Imborrables recuerdos de infancia que pasan a tu cerebro como realidad única admisible. La máxima licencia que podría permitir son la inclusión de unos buenos cachelos como acompañamiento, o haciendo la vista gorda si la economía aprieta, esa variante pobre de cefalópodo cabezón que hace de protagonista a modo de primer plato con verduras y patatas, en el que aporta poco sabor, dudosa textura y testimonial presencia.

Hasta que llega la era de la información y empiezas a salir de tu ignorancia cuando acechan rumores acerca de un maravilloso guiso de pulpo que sirven en las proximidades del puerto gijonés, a los que en un principio era reacio pero que poco a poco van tomando forma de obsesión. Una anónima casa de comidas plagada de obreros y trabajadores del hospital que cierra los fines de semana, el mes de Agosto completo, sirve pedidos para llevar y maneja interminables listas de espera suena a leyenda urbana en pleno 2010.


Restaurante Casa Dulce
Avenida Eduardo Castro 143
Gijón C.P. 33290
Teléfono : 985321042


Aunque Tony tiene una excelente entrada sobre este magnífico rincón considero cuando menos necesario recompensar de alguna manera tan gratificante experiencia dedicando unas líneas a nuestro paso por Casa Dulce. Tras varios intentos de expedición fallidos un buen día se nos presenta la oportunidad de acercarnos, y pese a ser viernes, no hay ninguna dificultad en reservar el día anterior una mesa para cuatro comensales, y si hubiéramos sido el doble, tampoco. Quiero pensar que esas lista de espera más propias del hospital que del restaurante se ciñen solo a las cenas del viernes o a la rumorología popular. La propia Dulce Rodríguez es quien amablemente responde al teléfono, preguntando cuantas raciones quieres y a que hora deseas que esté preparado.

A las 14.30 de un viernes el menú del día es el protagonista, con varias opciones de lo más apetitoso y precio popular que habrá que probar en otra ocasión. Se nos habilita una mesa que pasa por ser la única comida a la carta de ese mediodía. Habíamos pedido dos raciones de pulpo amariscado para dos parejas y decidimos pedir un par de entradas, las obligatorias croquetas de jamón y una tapa de cecina. Con cara de circunstancias sale Dulce de la cocina para disculparse y decirnos que acaba de abrir la cecina y le ha salido con exceso de grasa, por lo que prefiere no servirla y devolverla al proveedor, así que nos decantamos por el jamón serrano que según ella es de fiar, del que nos sirven una buena cantidad. Las croquetas son sobresalientes, perfectamente fritas, cremosas y de increible sabor, de las que gustarían a Antonio y resto de legión croquetera.

Mientras rifábamos la ultima loncha de jamón una humeante cazuela asomaba por el horizonte, y en este caso una imagen vale más que mil palabras.



Aquí es donde el abajo firmante se queda sin argumentos. Presencia envidiable, sabores intensos, texturas inmejorables y cariño, mucho cariño. Esto no es la típica sopa de marisco que se hace con los ingredientes que han ido sobrando de la cena en la noche anterior. Cada elemento del conjunto está perfectamente integrado, el pulpo es de buen calibre, del que cuesta encontrar en la pescadería, tierno y sabroso, vale la pena recrearse en cada cucharada que te metes entre pecho y espalda. Dada buena cuenta a duras penas del guisote patatero, nos sorprendemos atacando las cáscaras que quedaban en la cazuela, y ahí nos percatamos de que el profundo sabor de la cazuela estaba mas que justificado en un acompañamiento de calidad a la altura, con perfectos punto de cocción, ya sean el centollo, las almejas, andaricas o langostinos. Pese a las ganas aun quedaron un buen par de andaricas en la cazuela que insistieron en prepararnos para llevarnos a casa y que finalmente declinamos.

En esos momentos que sientes la necesidad imperiosa de un sofá, cama o similar y vegetar en una interminable siesta la camarera nos ofrece los postres, y aunque el estómago se negaba rotundamente a recibir vianda alguna, el corazón palpitaba cada vez más fuerte ante poéticos y entrañables vocablos saliendo por la boca de la camarera... y la gula acaba pudiendo, flan casero con nata y arroz con leche para los caballeros y requesón con miel para compartir las señoras que apenas hincaron un par de cucharadas. Todos excelentes. Mi flan, a la izquierda, inenarrable.



Y esto fue todo junto con una botella de Albariño que mis acompañantes calificaron como buena y otra de agua para un servidor, un par de cafés y un chupito que suman 120 Euros o lo que es lo mismo 30 Euros por cabeza que me parece un precio acorde a una experiencia gastronómica y sensorial de primera categoría que pasa por méritos propios a ser la primera opción de este bloguero cuando de salir a comer en Gijón se trate. Detalles como la mantelería de papel, el plato único, la avería de la estufa o demás nimiedades pasan por completo a un segundo plano cuando uno no puede estar más satisfecho con la comida y el trato recibido.

Ninguna de las cuatro afortunadas bocas fue capaz de probar bocado hasta el día siguiente.